El saludo nazi de Elon Musk es en realidad la culminación de algo más profundo: su radicalización política

El saludo nazi de Elon Musk es en realidad la culminación de algo más profundo: su radicalización política

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Durante sus primas horas en la Casa Blanca (antes incluso de haberse acomodado en ella), Donald Trump se ha dedicado a firmar decretos a una velocidad pasmosa. Indultos, inmigración, energía, agenda verde, Tik Tok y diversidad. Renombramientos. La salida de la OMS. Incluso decretos para tumbar decretos previos de Biden. Toda una orgia de rúbricas con su angulosa caligrafía. Ni ese celo regulatorio (por lo demás previsto) ha evitado sin embargo al nuevo presidente de Estados Unidos compartir el protagonismo de su gran día con otro nombre que acapara hoy titulares: Elon Musk.

Pero a Musk no se le cita por su firma. Si se ha colado en los titulares del "día después" de la entronización de Trump es porque ayer, en plena euforia de celebración trumpista, hizo hasta en dos ocasiones un saludo (mano al pecho, brazo en alto, palma extendida) que es difícil observar sin recordar los saludos nazis que se estilaban en los 30.

¿Un saludo nazi? Si hay una pregunta que sobrevuela el primer día de Trump al frente de la Casa Blanca, más incluso que las incógnitas que aún quedan sobre su política arancelaria o en clave geoestratégica, es esa: ¿lanzó ayer Musk dos saludos nazis al público congregado en el estadio Capital One? Hay quien cree que se trató de un gesto inoportuno, pero fruto de la euforia del momento. Hay quien lo ve una provocación. Y hay quien opina (bastante gente de hecho) que las resonancias nazis resultan innegables y deliberadas.


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¿Qué hizo exactamente? Una imagen (o vídeo, dado el caso) suele valer más que mil palabras. Y esta no es una excepción. El gesto de Musk quedó inmortalizado por las cámaras que cubrían su intervención antes las miles de personas reunidas en el Capital One de Washington. Y por si acaso a alguien se le había pasado desapercibido, el propio multimillonario se encargó de compartir el vídeo completo de su discurso en su cuenta personal de X, red social de la que es propietario.

A lo largo de la intervención, de algo menos de cuatro minutos, Musk deja varios aspavientos, gesticula, eleva las manos, abre los brazos, grita, se deshace en agradecimientos al público por haber devuelto a Trump a la Casa Blanca. Todo entre aplausos y vítores. En un momento dado, cuando lleva menos de un minuto tras el atril con el sello presidencial y una franja estrellada de fondo, Musk se lleva la mano derecha al pecho, a la altura del corazón, y luego alza el brazo con la palma hacia abajo. En dos ocasiones lo hace.

"Puntuación perfecta, de 10″. Deliberado o no, fruto de una decisión consciente, la euforia o el afán por provocar, algo sí es innegable: por su puesta en escena y gestos, el saludo recuerda inevitablemente al empleado por los nazis, con resonancias a las señas de identidad usadas por los extremistas de extrema derecha de los años 30 y 40 del siglo pasado en Europa y también en parte de Norteamérica.

El cronista de El Mundo Pablo Pardo, con una dilatada experiencia en el país, explica en su crónica que en EEUU es habitual golpearse el corazón para transmitir solidaridad, pero lo normal es que luego se alcen los pulgares o muestre el puño. Nada de alzar el brazo con la palma extendida.

No es el único en opinar así. En X y Bluesky, la cadena PBS y medios israelíes como Haaretz no tardaron en surgir voces que prestaron atención al gesto. "Si hacer el saludo nazi 'Sieg Heil' fuera una prueba olímpica como la gimnasia, Elon Musk habría recibido una puntuación perfecta de 10″, ironizó en X el músico y activista medioambiental Bill Madden. Hay quien directamente ha optado por abandonar X, molesto por la actitud de Musk. Entre ellos la ministra Yolanda Díaz.

¿Una simple anécdota? Musk no era un invitado más a la ‘coronación’ de Trump. Además de ser el hombre más acaudalado del planeta y un importante donante de la campaña del líder republicano, el empresario ocupará un cargo relevante en el equipo del nuevo presidente de EEUU, al frente del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental.

Si su gesto de ayer en Washington ha despertado suspicacias y críticas no es sin embargo únicamente por el poder y la relevancia social, económica y política que ha acumulado Musk. Resulta difícil mirar su saludo sin pensar en la gestualidad nazi; pero también sin recordar el historial del empresario.

Importan los gestos… E importa el contexto, que en este caso es tan o incluso más importante. Deliberado o no, provocación, guiño nazi o resultado de la gestualidad histriónica de Musk, lo cierto es que a lo largo de los últimos años el empresario ha protagonizado un claro giro hacia la derecha. De un discurso centrado en la ética del trabajo y el esfuerzo (Musk llegó a ser famoso por dormir en la oficina tras comprar la antigua Twitter) su posicionamiento público ha ido tomando tintes cada vez más claramente políticos, con una ideología conservadora.

Azote del espíritu "woke". No es difícil seguir la pista de su giro porque el propio Musk (al igual que Trump) suele acudir a su red social sin complejos para trasladar ideas, anuncios y reflexiones. Allí, en X, ha abogado abiertamente por "derrotar al virus de la mentalidad woke", una filosofía que, asegura, amenaza con "destruir la civilización". Las mismas ideas compartió durante una entrevista reciente con Jordan Peterson en la que habló de la "muerte" de su hijo Xavier, "asesinado por el virus woke", en opinión del magnate. En realidad el joven había realizado una transición de género.

El caso de su hija fue especialmente mediático, tanto por la postura beligerante de Musk como por las declaraciones de la joven, Vivian Wilson desde que alcanzó la mayoría de edad en 2022, quien optó por cambiar su nombre y adoptar el apellido de su progenitora. "Él no sabe cómo era yo de niña, simplemente no estaba allí", aseguró la joven en Threads. "Y en el poco tiempo que estuvo conmigo, fui acosada sin descanso por mi feminidad y mi homosexualidad". La joven ya no tiene relación con su padre y ha anunciado que, tras el triunfo electoral de Trump, piensa abandonar los EEUU.

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Una ideología perfilada en directo. El caso de su hija fue quizás el más mediático, pero no el único que ha ido perfilando públicamente el posicionamiento de Musk. En 2020 criticó abiertamente los confinamientos para frenar el avance del COVID-19, que llegó a tachar de "fascistas", y tras hacerse con el control de Twitter readmitió en la red al teórico de la conspiración Alex Jones y a Donald Trump, baneado en 2021 tras el asalto al Capitolio de EEUU.

A lo largo de los últimos meses el milmillonario ha adoptado además un perfil marcadamente político, respaldando abiertamente (y con un buen pellizco de millones) a Trump y tomando posturas en la política europea con una actitud que ha molestado a algunos dirigentes del continente. En Reino Unido, Musk lanzó graves acusaciones contra el premier Keir Starmer, en Alemania ha respaldado al partido de extrema derecha Afd y en Italia ha mostrado gran sintonía con Giorgia Meloni, primera ministra y líder de Hermanos de Italia.

La "internacional reaccionaria". Con ese telón de fondo, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha llegado a acusar públicamente a Musk de "apoyar una nueva internacional reaccionaria". "¿Si hace diez años nos hubieran dicho que el propietario de una de las mayores redes sociales del mundo apoyaría una nueva internacional reaccionaria e intervendría directamente en elecciones, incluida Alemania, quién se lo habría imaginado?", reflexionaba a principios de enero el dirigente galo en una conferencia con embajadores.

Lejos de arredrarse, hace unos días Musk impulsó el lema "Make Europa Great Again", una adaptación de MAGA, el eslogan "Make America Great Again" que también ha ido a Trump.

¿Y si es pura estrategia? El saludo que dejó ayer Musk en Washington podría no ser un guiño nazi. Ni tampoco un gesto inoportuno y malinterpretado. Existe otra teoría alternativa que entronca con un concepto clave: la "guerra por la atención", sobre la que teorizaba hace poco Ezra Klein en las páginas de The New York Times.

El objetivo de Musk sería sencillamente captar la atención, que se hable de él, acaparar (y remover) el debate. En este caso, entre quienes lo defienden y argumentan que el saludo era una provocación y quienes consideran que se ha tratado de un gesto nazi.

La atención, el gran capital político. "Lo que Trump y Musk descubrieron es que lo que importa es la atmósfera de atención total […]. Ahí es donde está la lucha", reflexiona Chris Hayes, presentador de la MSNBC. En opinión de Klein, Trump y Musk son "maestros" en cómo manejar la atención y el dueño de X se ha convertido además en "la persona más rica del mundo en términos de atención", un activo incluso más importante que el patrimonio económico.

En la política actual la clave ya no serían las ideas y marcos, si no captar la atención con movimientos confusos y polémicos como el que ayer Musk ofreció en prime time. Y no es la primera vez. Hace unas semanas ya logró algo parecido con otro gesto que aún hoy divide opiniones y resulta difícil interpretar: el milmillonario cambió su nombre en X por el de Kekius Maximus. ¿Por qué? ¿Cuál fue el motivo? Puede debatirse sobre ello. Y ese quizás sea el objetivo.

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