La inversión en educación y fuga de cerebros ¿un barril sin fondo?

La inversión en educación y fuga de cerebros ¿un barril sin fondo?

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Por: Emiliano Reyes Espejo

ere.prensa@gmail.com

¿Es la fuga de cerebros “un barril sin fondo” respecto a las inversiones que realiza el país en el sistema educativo? Un estudio del Banco Mundial nos sitúa en una posición preocupante en cuanto al drenaje de talentos en la región. Este organismo afirma, según nos dijo la vicepresidenta Raquel Peña, que “el porcentaje de esta migración de talento en la República Dominicana fue de cerca de un 6.8%, superando el promedio regional que es de un 5.8%”.

La captación de cerebros de países en desarrollo no es nada nuevo. Al parecer la remota práctica se acrecienta en estos tiempos en que se impone el liderazgo de la tecnología, la inteligencia cognitiva e inteligencia artificial (IA) a nivel global.

En las décadas de los años 70 y 80 agencias de potencias hegemónicas, especialmente de Estados Unidos, colocaron algo así como “una atarraya” en países europeos, mayormente en Francia, para seducir cerebros de naciones en desarrollo que se hacían profesionales en universidades de la “órbita soviética”.

Y es que en el fragor de la lucha ideológica entre la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y demás países de la esfera socialista frente a Estados Unidos, Europa y naciones democráticas, se produjo en América Latina y el Caribe un fenómeno que dio lugar al envío de jóvenes a estudiar diferentes carreras en universidades del campo socialista.

Con la “guerra fría” en pleno auge, en su pico más elevado y de frente a la situación, el control del conocimiento era algo fundamental. Estados Unidos, como potencia hegemónica, tenía claro esa situación y se empleó a fondo para captar cerebros que sirvieran a su dinámica económica e industrial.

Captados en Francia

En esa época, estudiantes de estos países fueron reclutados por partidos de izquierda para estudiar en universidades socialistas. En muchos casos, los mismos lograron viajar a Rusia incluso de manera clandestina para evitar represalias de servicios de inteligencia que operaban en la región.

A su regreso, luego de formarse como profesionales en universidades soviéticas, estos jóvenes enfrentan una triste realidad: no se les daba trabajo porque “son comunistas”, cuando intentan integrarse en el campo laboral de sus respectivas naciones. Los gobiernos y empleadores de la zona rechazaban su contratación, acogiéndose a arraigados prejuicios ideológicos.

Estados Unidos, como potencia proyectada hacia un alto perfil de desarrollo, no cometió esa torpeza e implementó políticas dirigidas a reclutar a egresados de universidades socialistas para incorporarlos, sin importar los sesgos ideológicos, como recursos humanos de alto nivel e importancia para su campo laboral.

Rechazar estos profesionales por parte de los países latinoamericanos y caribeños, a excepción –obvio-de Cuba, fue una barbaridad, ya que los mismos constituían las bases para impulsar, con otras visiones, el desarrollo regional.

Negaron empleos

Nos narró un científico amigo, egresado de una prestigiosa universidad de Moscú, Rusia, que a él se le dificulta conseguir un trabajo cuando regresó al país después de lograr un doctorado en la nación socialista.

Ante la situación éste dijo que se vio obligado a emigrar a Estados Unidos y allí no tuvieron que ver con cuestiones ideológicas, y no solo lo acogieron, sino que aprovecharon su utilidad científica a tal punto que llegó a ser contratado como profesor investigador de la Universidad de Nueva York.

¿No fue una falta de visión, una iniquidad, la actitud por parte de nuestros gobiernos y empresarios frente a esos jóvenes profesionales?

Otra versión señala que, mientras ocurrían los impedimentos en nuestros países, Estados Unidos “tendió una atarraya” (que no era para capturar pescados) en Francia y otros países europeos, para reclutar a profesionales latinos y caribeños provenientes del campo socialista. Se trató de un método que la inteligencia norteamericana utilizaba para captar a estos profesionales, a los cuales convencían mediante ofertas irrechazables, emigrar a territorio estadounidense en vez de continuar sus periplos de regreso a sus países.

En tanto nuestras naciones se negaban a dar empleos a esos talentos que Estados Unidos si supo aquilatar y aprovechar para impulsar su propio desarrollo económico, científico e industrial. ¿Perfidia?

Persiste fuga de cerebros

La situación ahora es diferente, aunque todavía persiste la “irrefrenable y perjudicial fuga de cerebros” desde países de la región hacía poderosas naciones industriales. En la actualidad, por ejemplo, no hay que “atajar” a estos profesionales en Francia, en razón de que ya estos emigran por mutuo propio, responden a ofertas irrechazables de atractivos incentivos que incluye hasta la residencia del país que lo capta.

Además, países como Estados Unidos, Alemania y Canadá, entre otros, mantienen a través de las redes de Internet persistentes campañas de contratación de profesionales de América Latina y el Caribe. Exigen que sean graduados universitarios de profesiones relacionadas con la ciencia, las matemáticas y la tecnología, o sea, carreras básicas para el desarrollo.

Invertir para otro

La formación de estos profesionales cuesta cuantiosos recursos a las patrias latinoamericanas y caribeñas. En la República Dominicana se invierte el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) al sistema educativo, específicamente a la educación pre-universitaria.

En el país, además, se destina invaluable recursos a la formación técnico-profesional a través de INFOTEP, ITLA y la Escuela de Formación Técnico Vocacional de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, entre otros.

Pero ¿qué cantidad de estos profesionales y técnicos en que el Estado realiza grandes inversiones para su formación se queda en el país? La fuga de cerebros es un mal viejo que diezma la capacidad profesional y destruye iniciativas de progreso de los países de la región. También implica grandes inversiones para formar recursos que terminan sirviendo en playas extranjeras.

Casi 100 mil millones en educación

La inversión en educación fue de 93 mil 449 millones en el 2023 y esto se ha convertido en los últimos años en una especie de “barril sin fondo”. No se trata de derroches incontrolables de las autoridades educativas, sino por una práctica que, en cierto sentido, escapa a la voluntad de los gobiernos: fuga de cerebros. Solo en 2024, el gobierno a través del Ministerio de Educación destinó 24 mil 572 millones “para fortalecer la educación técnico profesional”.

El propio presidente Luis Abinader se ufanó en Nueva York de que su gobierno “ha invertido de manera sostenida en la educación dominicana”, en interés de “convertir las escuelas en centros de desarrollo para el país”. Para el mandatario la educación “es el motor de desarrollo de una nación” y que por ello se invierte el 4% del PIB que establece la ley.

Pero resulta que los resultados de esas inversiones en preparación de profesionales terminan beneficiando a otras naciones, fruto de la creciente fuga de cerebros que registra el país.

La vicepresidenta deplora

La alarmante situación sobre la fuga de cerebros fue planteada en término dramático por la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, durante su intervención en la celebración en un hotel de esta capital del vigésimo aniversario del Centro de Tecnología y Educación Permanente (TEP) de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).

Allí la vicemandataria se dirigió a líderes del ámbito gubernamental, empresarial y académico, ante los cuales lamentó el “abandono de la nación por los jóvenes talentos”, los más capacitados, como uno de los grandes retos. Llamó igualmente a empresarios a liderar “con visión y compromiso” sus proyectos y crear oportunidades que motiven a la juventud a quedarse y crecer en el país, a fin de disminuir la fuga de cerebros”.

Para la vicepresidenta la actual “fuga de cerebros se produce por los salarios bajos y por una oferta limitada de empleos de alto nivel”.

En línea con esos señalamientos de doña Raquel Peña tengo testimonios de jóvenes técnicos y profesionales académicos talentosos que emigraron porque, a pesar de sus sólidas formaciones profesionales, las empresas donde laboraban les pagaban salarios no acorde con su capacidad. Además de que la misma sociedad no le ofrecía ninguna expectativa de mejoría en sus vidas.

¿Para qué invertimos en educación?

En un momento en que la tecnología digital es básica para el desarrollo del país, en República Dominicana se registra una fuga masiva de desarrolladores de software que, aunque se invirtió aquí para su capacitación, ellos han optado por servir en otras naciones, todo en busca de mejores oportunidades.

La situación nos lleva a reflexionar sobre lo que corresponde al gobierno, que es hacer frente, asumir el problema y plantear soluciones mediante las siguientes medidas:

1) Crear una mesa de discusión, un foro que discuta la situación de la fuga de cerebros y plantee políticas, así como soluciones al respecto.

2) Discutir acerca de la cuantiosa inversión que se realiza para la formación de profesionales, a fin de prevenir que esta siga constituyéndose “en un barril sin fondo”. En ese sentido, vale replantearse la pregunta ¿para qué invertimos en educación? ¿Para lograr un desarrollo sostenible con base en nuestros profesionales, o para formar migrantes que sirvan en otras plazas laborales?


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Según eldia.com.do