En Europa el rearme cotiza al alza y los coches a la baja. Y una fábrica vasca de componentes quiere aprovecharlo

En Europa el rearme cotiza al alza y los coches a la baja. Y una fábrica vasca de componentes quiere aprovecharlo

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Cuando Europa anunció la necesidad de un “rearme”, difícilmente alguien podría haber adivinado el sector que ha visto en la propuesta una fórmula para meter la pata: el motor. Primero fue Alemania a través de la todopoderosa Rheinmetall, el mayor contratista de defensa de la nación. Las cosas le van tan rematadamente bien que se ha fijado en la industria automovilística y sus fábricas para seguir produciendo armamento sin descanso. Incluso Volkswagen está en la ecuación. Ahora le ha llegado el turno a España.

Reconversión industrial. Lo contaba esta semana Cinco Días. Ante el estancamiento estructural del sector automovilístico europeo, varias empresas españolas de componentes han comenzado a mirar hacia la industria de defensa como una vía de diversificación (y supervivencia). La primera de estas paradas nos lleva hasta el País Vasco, donde Teknia (fabricante vasco de componentes para coches) ha sido uno de los primeros actores en manifestar abiertamente su interés por fabricar piezas para aplicaciones militares, en un contexto donde, como decíamos, Europa se encuentra en pleno proceso de rearme motivado por la amenaza rusa y el distanciamiento estratégico de Estados Unidos.

La empresa argumenta que, mientras la automoción se ha excluido del grupo de sectores estratégicos en Europa, la defensa y el aeroespacial sí han recibido ese reconocimiento, lo que, sumado al endurecimiento regulatorio y a la caída de la demanda de vehículos, obliga a explorar nuevas oportunidades para mantener vivas las instalaciones industriales.

Del vehículo civil al militar. Explicaba el diario algo que ya decíamos semanas atrás. La transición del sector automotriz al militar resulta, en muchos casos, técnica y logísticamente viable. El razonamiento es claro: los ejércitos también utilizan vehículos, y muchas de las tecnologías de conformado, estampación o inyección aplicables en la automoción pueden adaptarse fácilmente a la producción de unidades militares, ya sean camiones, blindados o sistemas logísticos móviles.

Esta lógica se ve respaldada por casos como el de Iveco, compañía con dos plantas en España, que ya dispone de una división dedicada exclusivamente al negocio de defensa. Para el Gobierno español, el aprovechamiento de su nutrido ecosistema de proveedores de componentes automotrices aparece como una vía rápida y eficiente para escalar su capacidad productiva en materia militar.

Alemania como epicentro. Y aquí volvemos al inicio de todo. Como explicamos a mediados de marzo, en Alemania este proceso de reconversión industrial se encuentra en un estadio más avanzado. Rheinmetall, uno de los principales grupos armamentísticos europeos, ha expresado su interés por hacerse con la planta que Volkswagen tiene en Osnabrück, afectada por una drástica reestructuración. En 2024, el grupo automovilístico anunció la eliminación de 35.000 empleos y una reducción de su capacidad de producción anual en Alemania, que pasará de 734.000 vehículos a una cifra sustancialmente menor para 2030.

Rheinmetall a tope. Este retroceso en la industria alemana coincide con el auge bursátil de Rheinmetall, cuyas acciones se han revalorizado un 122,2% en lo que va de año, impulsadas por la urgencia de rearme europeo ante la amenaza rusa y el compromiso de Berlín de aumentar su inversión en defensa. La paradoja es reveladora: la herida industrial del corazón de Europa podría cauterizarse gracias al temor geopolítico y a una nueva carrera armamentista.

Empleo, producción e integración. Es otra de las patas que explica el movimiento. La industria de defensa no solo representa una alternativa de sostenibilidad económica para las empresas de automoción (ahora en España), sino que también ofrece un efecto multiplicador en términos de empleo y desarrollo tecnológico. Explicaban en Cinco Días que un ejemplo elocuente es el del consorcio europeo MBDA, especializado en sistemas de misiles, que ha incrementado significativamente su plantilla: contrató a 2.600 personas en 2024, alcanzando los 19.000 empleados, y prevé sumar otras 2.500 contrataciones en el ejercicio actual.

A pesar de su presencia en muchas de las grandes economías europeas, MBDA todavía no tiene plantas en España, aunque su consejero delegado parece haber dejado claro que eso podría cambiar, lo que subraya el atractivo del país en el nuevo mapa industrial de la defensa europea.

Transformación estructural. Así las cosas, lo que está en juego no es una simple diversificación empresarial, sino algo más parecido a una transformación estructural que podría alterar la naturaleza de la industria europea.

La reconversión de plantas, la reutilización de capacidades técnicas existentes y la reorientación de recursos humanos podrían permitir a los países de la Unión Europea no solo reforzar su autonomía estratégica en defensa, sino también mantener vivas estructuras industriales que, de otro modo, correrían el riesgo de deteriorarse con el declive de la automoción tradicional. Qué duda cabe, esta evolución no está exenta de desafíos, pero ofrece una respuesta pragmática ante la desaceleración de un sector en crisis y la urgencia de un rearme continental.

Del coche a la artillería. No deja de ser un paradigma industrial. Lo que en otro contexto podría haber sido una crisis sin salida, se perfila en estos momentos como una ventana de oportunidad. En un momento en que la seguridad europea vuelve a estar en el centro de la agenda política, incluso con anuncios insólitos de acopio para 72 horas, y cuando el modelo económico basado en el coche privado parece perder empuje, la reconversión del sector automotriz hacia la defensa aparece como una solución realista, productiva y políticamente viable.

Lo decían en el reportaje de Cinco Días a través de las palabras implícitas del sector: no importa si la maquinaria fabrica un chasis para un sedán o una estructura para un blindado. Aquí lo esencial es que siga funcionando. Así, de las cenizas del motor, puede florecer una nueva industria, aunque esta vez al servicio de la soberanía europea.

Imagen | Tekniagroup, Rheinmetall Defence

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