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En septiembre de 2023, Luigi Moio, presidente de la Organización Internacional del Vino, se subió a una tribuna en pleno corazón de La Rioja y dijo "el arranque de viñas era algo inevitable".
Pero lo más sorprendente no es que uno de los mayores directivos mundiales del vino defienda el arranque de viñas en una de las regiones históricas más importantes de la viticultura mundial. Lo más sorprendente es que los asistentes asintieron.
El vino tiene un problema. Y uno bien grande. En Francia (que nos puede servir como proxy de lo que pasa en el sector internacional), ya se ha asumido que habrá que arrancar 100.000 hectáreas de viñas — de hecho, han puesto en marcha un plan para arrancar unas 30.000. No es algo extraño.
En España, la situación es muy parecida. "Hay que arrancar viñas porque es la manera de dignificar los precios de la uva y el vino en Rioja", defendía el prestigioso enólogo Juan Carlos Sancha. Y Tim Atkin, uno de los grandes gurús del vino a nivel mundial, ha llegado a decir que "el actual es uno de los peores momentos de la historia de Rioja". Ribera del Duero tampoco está en mejor situación.
Un problema que no deja de extenderse. De hecho, incluso en lugares como la Denominación de Origen de Castilla – La Mancha, que tradicionalmente se han considerado "islas" en el contexto general de producción del vino (porque "las salidas de vino están teniendo un aumento constante año tras año y hay una elevación tanto en el volumen vendido como en el importe cobrado") los arranques están encima de la mesa.
Pero… ¿por qué? El caso castellano-manchego sirve para entender el problema: pese a que las salidas de vino de la DO no han dejado de crecer y la facturación tampoco, estas crecidas "no son suficientes para cubrir los costes de producción y las necesidades de los agricultores".
Atkin, hace unos meses, se quejaba de que "el problema es que la uva buena se paga casi al mismo precio que la mala" y añadía que "es un sistema sin sentido". Pero, en realidad, no es que el sistema no tenga sentido, es que está roto. Y la mejor forma de entenderlo es alejándonos de la viticultura y viendo lo que está pasando con el campo en general: la sobreproducción es un problema generalizado.
Algo está cambiando y no está muy claro cómo podemos adaptarnos. Solo en España y solo en los últimos años, se ha defendido la necesidad de arrancar miles de limoneros para que el mercado se encontrara en equilibrio. También de arrancar naranjos, almendros u olivos. Es algo que está pasando con el aguacate, con el plátano e incluso con productos de huerta o secano. Los motivos son complejos (económicos, ecológicos, mercantiles o demográficos), pero sobre todo hablamos de un proceso de financiarización del sector agrario.
Un proceso que está impulsando "modelos cortoplacistas" de gran rentabilidad precisamente porque no tienen que asumir en su cuenta de resultados las externalidades negativas que ocasionan. En el caso de los viñedos, el crecimiento indiscriminado ataca la misma estructura productiva de zonas en las que esta industria "son las únicas empresas que hay en los municipios".
Y a esto hay que sumar los problemas medioambientales.
Imagen | Spencer DeMera / Jusotil_1943
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Segun xataka.com