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Cada país del mundo tiene una tradición diferente para dar la bienvenida al nuevo año, desde las 12 uvas en España hasta los espectáculos de luces (ahora con drones) en China. Por estas estas festividades de cambio de año, Vladimir Putin pronunció un discurso televisado donde repasó toda la agenda anual, enfocada en los conflictos bélicos. Sin embargo, se olvidó mencionar su expansión silenciosa en un sector central en la actualidad energética: la nuclear.
Apuesta por las nucleares. Rusia ha decidido construir más de 10 plantas nucleares en diferentes países del mundo, como Bangladesh, China, Egipto, India, Irán y Turquía. El objetivo de este ambicioso plan es consolidarse como la mayor potencia del mundo en centrales nucleares. Aunque esta expansión no solo responde a un intento por diversificar su influencia geopolítica, sino también para tener más vías de escape en cuanto a las sanciones impuestas por Occidente.
La información llega de la mano del representante especial del Kremlin para asuntos internacionales de cooperación en sostenibilidad, Boris Titov, quien ha explicado al Financial Times que Rusia quiere aumentar su hegemonía nuclear y responder a la fuerte demanda energética por la Inteligencia Artificial.
Diversificación de mercado. El sector nuclear se ha convertido en un as bajo la manga para Rusia, no solo por la construcción de centrales, sino también por la oferta de combustible y servicios complementarios. Bajo la supervisión de la empresa estatal rusa de energía, Rosatom, el Kremlin tiene en marcha varios proyectos, como la planta Paks 2 en Hungría, las unidades nucleares en Bangladesh y Turquía, y la instalación de una planta con reactores modulares en Uzbekistán.
Estas iniciativas no solo representan avances tecnológicos, sino también herramientas geopolíticas. Al mantener una fuerte presencia en el mercado nuclear global, Rusia ha encontrado formas de eludir las restricciones económicas y mantener su relevancia en la economía mundial.
Eludir sanciones. A pesar de la guerra, Rusia seguía ganando miles de millones de dólares anuales por el tránsito de gas, mientras que Ucrania recibía pagos por el servicio. Sin embargo, el primer día de este año 2025, el acuerdo se tenía que renovar y Ucrania ha decidido revocarlo, lo que ha puesto fin a una de las paradojas de la guerra. Sin embargo, Rusia ha logrado, con esta expansión nuclear, encontrar un nuevo camino para reconfigurar el panorama y que la dependencia de Occidente nunca termine.
La dependencia al uranio. A pesar de las sanciones, Rusia encontró en el uranio un atajo para seguir comercializando globalmente y mantener una posición dominante en el mercado, porque controla el 27% de la capacidad mundial de conversión y el 39% del mercado global de enriquecimiento. Esta situación pone en relieve la dependencia energética de Occidente, especialmente para Estados Unidos, que la prohibición de su importación costaría al país alrededor de 1.000 millones de dólares. Esto es un ejemplo de cómo las naciones occidentales se encuentran atrapadas entre la dependencia energética y la necesidad de la sostenibilidad.
Divisiones en Occidente. Mientras tanto, la resistencia de países como Hungría y Eslovaquia, quienes han defendido el gas ruso, han revelado las fracturas dentro de la Unión Europea. Los presidentes de ambos países, Viktor Orbán y Robert Fico, han argumentado que cortar la cooperación nuclear pondría en riesgo la producción eléctrica de sus países. Estas diferencias dificultan un frente común europeo para contrarrestar la influencia rusa.
El futuro energético. Según datos del Organismo Internacional de Energía Atómica, la capacidad de generación nuclear aumentará este nuevo año un 155%, alcanzando los 950 gigavatios en 2050. En este contexto, Rusia seguirá buscando alternativas y vías para posicionarse como líder en la lucha silenciosa de los recursos estratégicos que definirán el futuro energético del mundo.
Imagen | Unsplash y Pixabay
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