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El mundo del esquí se enfrenta a una perspectiva chocante: un futuro menos blanco. O directamente verde. A medida que el calentamiento global afecta al espesor del manto de nieve, cierran estaciones, se acortan las temporadas y el sector se arriesga (de forma cada vez más palpable) a que parte de sus instalaciones ya no resulten viables, ni siquiera con el apoyo de cañones artificiales, en el mundo del esquí hay quien ya busca alternativas. El objetivo: que los aficionados a los deportes de nieve sigan disfrutando de su pasión… aunque sea sin nieve.
Y hay una opción en concreto que ha ido expandiéndose por el mundo hasta llegar a decenas de países: las pistas esquí seco.
¿Pistas de esquí seco? Sí. O pistas artificiales. El concepto quizás resulte extraño, pero es sencillo y no precisamente nuevo. Básicamente consiste en pistas que imitan el comportamiento de la nieve con materiales alternativos y sintéticos sobre los que los esquiadores pueden deslizarse. Igual que en una ladera nívea, solo que sin copos reales. Hay diferentes alternativas para conseguirlo, como las planteadas por Neveplast, Snow Monkey o Geoski, que recurren a cerdas plásticas o ciertos polímeros.
En los años 70 ganaron cierta popularidad en países como Reino Unido, aunque perdieron terreno durante las décadas siguientes. Sus ventajas son obvias: permiten practicar esquí o snowboard sin necesidad de nieve, bien porque las pistas quedan lejos o porque en un escenario marcado por el cambio climático ya no pueden abrir. Hoy es posible encontrarlas en destinos populares, como CopenHill, en Dinamarca, o incluso al oeste de Ucrania, en un complejo turístico que consiguió levantarse pese a la guerra.
Más de mil ejemplos en 50 países. La BBC acaba de dedicar un amplio reportaje a esta clase de pistas de esquí artificiales en el que desliza varias ideas interesantes. Primero, que en el mundo hay repartidas, según sus cálculos, algo más de un millar en medio centenar de países. Segundo, que tras unos inicios exitosos en la década de 1970 a los que siguió una pérdida de interés en 90 y los primeros 2000, ahora parecen estar resurgiendo. De hecho parecen gozar de una aceptación más que aceptable en China.
"En China se han construido cientos de pistas en el centro de las ciudades y se están promocionando como una actividad para todos", informa a la cadena británica Patrick Thorne, autor del boletín DrySlopeNews.com. Las pistas secas son una opción atractiva para centros turísticos en los que escasea la nieve.
Y no es el único ejemplo. Un repaso rápido a la prensa internacional muestra otras instalaciones similares en países como Japón, Estados Unidos, Israel o Brasil, aunque la web especializada Brave Skimon señala su éxito sobre todo en Europa. Según los datos que manejaba antes de la pandemia, en 2019, solo en Reino Unido habría decenas.
El caso de Dinamarca. Entre todos ellos Dinamarca deja un ejemplo especialmente interesante. En CopenHill, un referente arquitectónico situado en pleno Copenhague que está coronado por una amplia pista de color verde de 400 metros de largo, fabricada con un material sintético (Neveplast) que imita al césped y permite a los aficionados a los deportes de nieve deslizarse.
La BBC precisa que desde que abrió sus puertas, en 2019, cada año acuden a la pista alrededor de 10.000 personas con ganas de probar sus habilidades con los esquís, tanto vecinos como turistas, así sea invierno o luzca el sol y los termómetros marquen 22º.
Su característica silueta y solución arquitectónica ha hecho de CopenHill una de las pistas de su tipo más icónicas del mundo, pero no es la única, ni tampoco la más extensa. La del complejo Emily Resort, al oeste de Ucrania, incluye dos pistas de unos 450 metros y según aclara In the Snow está diseñada para que pueda usarse también en invierno, cuando la zona suele cubrirse de nieve. En España han despertado interés iniciativas similares.
¿Una alternativa para el sector? Esa es la gran pregunta. Pistas como la de CopenHill permiten a los aficionados al esquí practicar incluso en pleno agosto, con sol y más de 20º, pero… ¿Puede ayudar a las estaciones a extender o garantizar sus temporadas de esquí, incluso cuando la nieve deja de acompañar? En el sector, donde hay negocios que han tenido que redoblar su apuesta por los cañones, hay desde luego partidarios de sus bondades.
"Las pistas artificiales tienen mucho sentido. Si está seca y nieva, nunca sabrás que está ahí. Pero si la nieve no llega, tienes una superficie sobre la que todavía puedes esquiar", revela a la cadena BBC Rob Stweart, quien recuerda que "la fabricación de nieve artificial se ha convertido en algo omnipresente en la mayoría de estaciones de esquí de Europa y Norteamérica".
Pistas entre cañones. Hace unos años Ballena Blanca realizó un análisis sobre la expansión de los cañones de nieve artificial y, basándose en datos de la patronal, Atudem, concluyó que los seis mayores centros de esquí del país —situados sobre todo en los Pirineos, aunque hay uno también en Sierra Nevada— tenían ya más de la mitad de sus pistas (52%) garantizadas con sistemas de nieve artificial. El porcentaje es elevado y sobre todo supone un 12% más que en 2021. Hay quien ya estima que la demanda de producción de nieve artificial crecerá en las próximas décadas entre un 55 y 97%.
El gran desafío. Lo que está claro es que el futuro se promete desafiante para las estaciones de esquí. Lo refleja con claridad uno de los últimos estudios del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC), que advierte: "La incidencia del cambio climático en las reservas nivales podría reducir su espesor y duración, hasta tal punto que muchas de estas estaciones podrían dejar de ser viables a pesar de la nieve artificial". Además, recuerda, esta última opción se enfrenta a otro riesgo: "Puede impactar negativamente en los caudales de ríos de montaña".
"Las estaciones españolas por debajo de los 2.000 metros podrían desaparecer o reconvertirse hacia otras modalidades turísticas por falta o escasez de nieve", abunda el organismo antes de señalar como especialmente vulnerables al calentamiento global las estaciones situadas en cotas de altitud más baja.
"Considerando todas las estaciones del Pirineo (España y Francia) un escenario de 4ºC dejaría como viables solo el 7%, mientras con un escenario de 2ºC solo un 44%. Podrían ser viables hasta un 85% si se utilizan medios artificiales". El informe advierte además de una reducción notable de las temporadas, que se acortarían un 15 o 38%.
De la teoría a los hechos. No es único toque de atención del OPCC, que en otro de sus análisis advierte de que en el Pirineo Central, a 1.800 metros de altitud, el espesor medio de la nieve podría reducirse a la mitad en 2050. También duraría mucho menos tiempo en el suelo. Su "período de permanencia", aclara, se vería reducido en más de un mes, según los cálculos de sus expertos.
No todo es teoría o proyecciones a medio plazo. Ya hay estaciones de esquí que se han visto afectadas por la escasez regular de nieve, como ha ocurrido recientemente con Le Grand Puy, en Seyne-les-Alpes. Sin copos no hay visitantes ni recursos, así que la comunidad ha decidido que no les compensa la instalación. De nuevo, no es un caso aislado.
Otro fenómeno con el que también está lidiando el sector son las temporadas "relámpago", condicionadas por una escasez de nieve que obliga a las estaciones a retrasar la temporada de esquí o ponerse en pausa con ella ya iniciada.
Imágenes | CopenHill, Neveplast 1 y 2, Snow Eternal y Geoplast
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Segun xataka.com