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Qué duda cabe, el crudo sigue siendo en la actualidad un factor decisivo de la geopolítica. Sin irnos muy lejos, hace unas semanas se dio un ejemplo perfecto para entenderlo. Arabia Saudita maneja una idea: abandonar el precio del crudo que tenía hasta ahora, un movimiento cuyo alcance retumbaría en la mismísima guerra de Ucrania y, principalmente, en Rusia. Quizás por ello, Putin ha decidido tomar cartas sobre el asunto.
La exclusiva. La daba esta semana el Wall Street Journal. Rusia explora algo más que una posibilidad: fusionar tres de sus principales empresas petroleras en una sola entidad. ¿La razón? Pasaría a convertirse en el segundo mayor productor de petróleo del mundo.
Una propuesta que implicaría que Rosneft, empresa respaldada por el Estado, absorba a Gazprom Neft (una filial de Gazprom) y a Lukoil, que opera de forma independiente. Entonces sí, la medida colocaría a Rusia en una posición insólita y competitiva frente al poder y dinero casi ilimitado de Arabia Saudita y su gigante petrolero, Saudi Aramco.
Pero hay más. De darse este movimiento, Rusia también superaría en casi tres veces la producción de Exxon Mobil, el gigante estadounidense. El plan, aunque aún no confirmado por el lado ruso, se habría discutido entre ejecutivos y funcionarios con el objetivo de aumentar la capacidad de la nación para vender petróleo a precios más altos, especialmente a países como India y China.
Plus: la fusión implicaría un paso clave hacia el control total de los recursos naturales privatizados después de la caída de la URSS, y responde a los retos que ha enfrentado Rusia para mantener la estabilidad económica frente a las sanciones de Occidente.
Desafíos del plan. Según el medio, las conversaciones entre ejecutivos y funcionarios del gobierno han tenido lugar en los últimos meses, pero aún no hay garantías de que se concrete. En este punto, es clave la oposición de algunos directivos de Rosneft y Lukoil, junto con las dificultades para reunir los fondos necesarios para compensar a los accionistas de Lukoil, todos obstáculos que podrían complicar la fusión.
Objetivos y resistencias a sanciones. Lo apuntábamos al inicio: el plan de Putin subraya también su intención de fortalecer el sector energético ruso como un pilar de apoyo para su esfuerzo en la guerra. La creación de este gigante energético no solo buscaría resistir las sanciones occidentales, las cuales han complicado las exportaciones rusas y dificultado los proyectos energéticos a gran escala, sino también prepararse para un posible alivio de las tensiones económicas una vez que concluya el conflicto en Ucrania.
El papel de Putin en la “industria”. Desde su llegada al poder, el presidente ruso ha consolidado el sector energético de la nación, eso sí, desmantelando el fragmentado panorama heredado postsoviético, con noticias de encarcelamientos a oligarcas y redistribuyendo poder a sus aliados más cercanos.
Sea como fuere, lo que sí parece claro es que las tres empresas involucradas en las discusiones, aunque con diferentes grados de independencia, mantienen una relación de cierta dependencia con el Kremlin. No obstante, cuenta el WSJ, una fusión podría alterar este equilibrio de poder interno en Rusia, ya que los ejecutivos de estas compañías son también figuras de gran influencia en el círculo de Putin.
Beneficios económicos y logísticos. Es la otra pata a tratar. Para los partidarios de la fusión, una empresa conjunta de este calibre podría aumentar significativamente los ingresos de Rusia. ¿Cómo? Al facilitar la comercialización del petróleo a través de Litasco, la unidad de comercio de Lukoil basada en Dubái.
Rosneft, por ejemplo, ha tenido dificultades para maximizar sus exportaciones debido a las limitaciones impuestas por las sanciones, y ha dependido de una red opaca de empresas de comercio y transporte, redes que en ocasiones han tenido problemas para recibir pagos de clientes en India y otras regiones.
Implicaciones políticas y económicas. Este es otro de los puntos supuestamente clave para llevar a buen puerto la operación. Y es que, la fusión de Lukoil, Rosneft y Gazprom Neft no solo representa una expansión de la influencia estatal sobre los recursos naturales de Rusia, sino también un retroceso a la privatización de la riqueza mineral de Rusia tras la caída de la Unión Soviética. Esta centralización del control estatal simboliza un retorno a la intervención gubernamental en un sector crítico y fundamental de la economía.
Así todo, un movimiento de estas características plantea también interrogantes sobre el futuro liderazgo y control de la que sería una especie de "super empresa" rusa. El Wall Street Journal habla de figuras clave como Igor Sechin, CEO de Rosneft y cercano a Putin, en los primeros puestos para liderar la nueva estructura. Otros ejecutivos, como Aleksandr Dyukov de Gazprom Neft, también podrían ser candidatos para asumir roles de liderazgo dada su experiencia y logros en la modernización de la tecnología de extracción de petróleo en Rusia.
Conclusión. Aunque en “pañales”, la simple idea que estaría manejando Putin movería cimientos en clave geopolítica de alcances difíciles de calibrar. Principalmente porque representa una medida estratégica del presidente para asegurar el control total sobre el vital sector energético de Rusia.
Además de consolidar la economía de guerra, como decíamos, esta iniciativa podría preparar a la nación para competir directamente con Arabia Saudita y mantener su influencia en el mercado global del petróleo a largo plazo, todo ello en un momento en que la demanda energética mundial enfrenta cambios impredecibles debido a la transición hacia energías más limpias.
Imagen | Tim Reckmann, Duccio Aiazzi
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