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Si existe un denominador común con los documentos legales, ese es lo difícil que resultan de leer y/o entender para el común de los mortales. Seguramente, más de una vez pensaste que el que escribió ese conjunto de párrafos interminables tenía una vida muy aburrida o quería vengarse del mundo por alguna razón. Lo cierto es que algo de eso hay. Los científicos cognitivos del MIT parece que han descubierto la respuesta a ese estilo de redacción tan “impenetrable”.
El estudio. Publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores del famoso centro descubrieron que incluso aquellos que no son abogados utilizan este tipo de lenguaje complejo cuando se les pide que escriban leyes. Un comportamiento que, según el trabajo, refleja el uso de rimas especiales y términos arcaicos en los “hechizos mágicos” (así lo llaman) para señalar su poder.
Puede parecer ridículo, y posiblemente lo sea, pero como explica Edward Gibson, profesor de ciencias cognitivas y del cerebro del MIT y autor principal del estudio, “la gente parece entender que existe una regla implícita de que así es como deben sonar las leyes, y las escriben de esa manera”.
Trabajo previo. El trabajo de los investigadores se centró en lo que hace que la redacción legal sea tan difícil de procesar. Al comienzo del experimento, asumieron que las idiosincrasias de la escritura legal podían explicarse por la repetición de la redacción: escribes algo, te das cuenta de que un término no está definido, y entonces "arrojas" la definición en medio de la oración hasta el infinito.
Además, los investigadores partieron de un estudio previo del equipo de Gibson que identificó una característica clave de los documentos legales: el uso frecuente de definiciones largas insertadas en medio de las oraciones, conocidas como “incrustación central”. Esta estructura, poco común en el lenguaje cotidiano, aumenta significativamente la dificultad de comprensión.
Probando la hipótesis. Para comprobar si estaban en lo cierto sobre los orígenes del lenguaje legal, el equipo reclutó a dos centenares de “no abogados” a través de una plataforma de crowdsourcing. A todos se les pidió que escribieran leyes que prohibieran varios delitos y que elaboraran historias sobre dichos delitos.
Al parecer, los resultados fueron sorprendentes. Al escribir leyes, los participantes utilizaron sistemáticamente esas cláusulas insertadas en el centro, independientemente de si escribieron la ley de una sola vez o en varias etapas. Sin embargo, al escribir historias sobre los mismos temas, utilizaron un lenguaje mucho más simple.
El experimento. Luego pasaron a otra prueba, en este caso una especie de experimento secundario donde se pidió a los participantes que escribieran leyes y explicaciones de esas leyes para visitantes extranjeros. ¿Qué ocurrió? Una vez más, utilizaron estructuras complejas para las leyes, aunque optaron por un lenguaje más simple en sus explicaciones.
Para el equipo no había dudas. Sus hallazgos desafían la idea de que los documentos legales se vuelven complejos a través de un proceso de edición y adición gradual. Al contrario, sus resultados apoyan lo que los investigadores llaman la “hipótesis del hechizo mágico”, es decir, la noción de que el lenguaje legal adopta deliberadamente un estilo distintivo para diferenciarse y transmitir autoridad.
Por qué es importante. Como señalan en el estudio, hablamos de textos que delimitan lo que podemos o no hacer. Esta investigación podría tener implicaciones significativas para los esfuerzos por hacer que las leyes y los documentos legales sean más accesibles (y legibles) al público. Al identificar características lingüísticas específicas que contribuyen a la complejidad del lenguaje legal, el estudio proporciona una base para desarrollar textos más comprensibles sin sacrificar su autoridad o eficacia.
No solo eso. También plantea preguntas sobre los orígenes culturales e históricos del lenguaje legal. De hecho, tras este trabajo planean analizar las primeras leyes estadounidenses y británicas, así como otros códigos legales antiguos con el fin de rastrear la evolución de estos patrones lingüísticos.
Conclusión. El trabajo refleja que los abogados y los profanos escriben las leyes de una manera enrevesada de forma consciente, tengan o no la opción de redactar, volver a redactar y hacer que su lenguaje sea más conciso. Lo curioso es que lo hacen, literalmente, para impresionar a quien sea que lea el escrito en cuestión y para señalar su “poder” y autoridad escribiendo de ello.
En cualquier caso, es posible que estos resultados puedan ser el comienzo de algo bueno para las sociedades. “Hemos aprendido muy recientemente qué es lo que hace que el lenguaje legal sea tan complicado, y por lo tanto soy optimista sobre poder cambiarlo”, zanja Gibson.
Imagen | PXHere, Blogtrepreneur
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