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No hay país en el mundo capaz de causar a un tiempo tanto pánico y extrañeza como Rusia, la secuela y la precuela de la Unión Soviética. Antes de su invasión de Ucrania, Rusia ya era una rara avis internacional fruto de sus particularidades históricas, culturales y cotidianas. Lo que incluye una industria cinematográfica bastante singular.
Cuando pensamos en "cine ruso" tendemos a pensar en grandes autores filosóficos y visualmente únicos, como Andrei Tarkovsky, pero ellos son el colmo vanguardista y artístico de un cine, por lo demás, tan prosaico y comercial como cualquier otro. El blockbuster ruso existe, y también ha adoptado la forma de una película de superhéroes. En concreto, la de una versión chunga y por tanto rusa de Guardianes de la Galaxia.
Su invento más llamativo es una mal disimulada copia de todo-el-universo-cinematográfico de Marvel, con especial hincapié en su versión fantástica-espacial. La película en cuestión se llama Guardianes, sin ningún tipo de disimulo, y mezcla elementos de Los Vengadores con el de otras películas del no-tan-ramo como Transformers. De forma resumida: Rusia se ve atacada por gigantes robots y el gobierno tiene que echar mano de sus superhéroes.
Un poco al modo de Los Simpsons ("eso es lo que queríamos que ustedes pensaran"), resulta que el gobierno ruso había paralizado pero no desmantelado un siniestro programa soviético de mutación genética por el cual varios sujetos (provenientes de diferentes nacionalidades de la gran patria) se convertirían en soldados-superhéroes de élite. Ante la amenaza, Rusia tiene que volver a echar mano de la URSS y descongelarlos.
Oso mutante meets ¿Marvel?
El resultado son cuatro héroes que deberán salvar al país de la amenaza que se cierne sobre él, entre ellos un líder robusto cuya habilidad especial consiste en transformarse en un oso gigante (el animal nacional de Rusia) con una metralleta.
La historia no se diferencia en nada de cualquier otra imaginación estadounidense sobre sus extravagantes proyectos de la Guerra Fría (que, recordemos, incluían a cuervos espías y delfines agentes especiales), sólo que aquí el pasado es el KGB y todo tiene un halo post-soviético a un tiempo estremecedor y fascinante. Los efectos especiales están bastante logrados (Moscú se destruye por completo) y el tráiler da el pego.
¿La película qué tal? Pues no demasiado bien. Con un presupuesto de unos 5 millones de dólares, sólo logró recuadar en taquilla unos 4,7 (fue estrenada única y exclusivamente en Rusia), mostrando que o bien el mercado ruso no es ni remotamente tan goloso como el indio o el chino o bien que la película era mala hasta decir basta.
Sea como fuere y gracias a las virtudes de los canales modernos de distribución, la película ha llegado ya en DVD (y está en Amazon) a Reino Unido y Estados Unidos, donde su mera idea causó bastante gracia.
Si acaso, Guardianes muestra que el mundo está relativamente cansado de ser meros comparsas en el arco narrativo de los blockbuster estadounidenses. También China se ha llevado a su terreno cultural e histórico tanto Harry Potter como Mad Max (y, ojo, Juego de Tronos), y Rusia y otras pequeñas-grandes-industrias del cine siguen el mismo camino. La fórmula es la misma pero invierten los roles y los buenos pasan a ser (obvio) ellos mismos.
Mientras haya osos mutantes cabalgados por Putin, a nosotros nos parece bien.
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*Una versión anterior de este artículo fue publicada en julio de 2017
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