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Los astronautas son personas muy aplicadas que pasan por exhaustivas pruebas físicas y psicológicas antes de viajar a la Estación Espacial Internacional (ISS), pero los meses se hacen largos ahí arriba. Imaginemos que la amistad entre dos astronautas se estrecha en el espacio. O que una astronauta decide saltarse la cuarentena en las noches previas a su vuelo.
Avancemos nueve meses e imaginemos un escenario que nunca ha ocurrido: el nacimiento de un ser humano en la ISS. Es una idea que plantea muchas incógnitas. Éticas y biológicas, pero también legales. ¿Qué nacionalidad tendría el bebé? ¿Sería un ciudadano del espacio?
Lo que dicen los acuerdos espaciales internacionales. El Tratado del Espacio Exterior de 1967 establece que cualquier objeto lanzado al espacio sigue bajo la jurisdicción del país que lo ha puesto en órbita. En el caso de la ISS, esto podría interpretarse como que cualquier nacimiento en una sección específica de la estación se consideraría bajo la jurisdicción del país que controla esa sección. Hay un pequeño problema.
La ISS es una colaboración multinacional que involucra, por ahora, a cinco agencias espaciales: la NASA (Estados Unidos), Roscosmos (Rusia), JAXA (Japón), la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense. Sin embargo, la estación está dividida en dos secciones: el segmento ruso, operado por Rusia, y el segmento estadounidense, operado por la NASA en colaboración con el resto de agencias. ¿Significa esto que el bebé sería ruso o estadounidense, dependiendo de la sección donde naciera? Y si naciera en el módulo estadounidense, ¿no sería también japonés, europeo y canadiense? Y entonces, ¿de qué país de Europa sería?
Jus soli vs. jus sanguinis. La nacionalidad suele determinarse de dos maneras: jus soli, el derecho de suelo, y jus sanguinis, el derecho de sangre. En el primer caso, la nacionalidad se adquiere por el lugar de nacimiento, mientras que en el segundo, se hereda de los padres. Dado que la ISS no pertenece a ningún país en particular, sería poco probable que se aplicase el jus soli. La opción más probable sería que se utilizase el jus sanguinis, otorgando al niño la nacionalidad de uno o ambos padres, dependiendo de las leyes de sus países.
Así lo contempla, por ejemplo, la legislación española. Al igual que muchos otros países europeos, España aplica el principio de jus sanguinis, el derecho de sangre, como criterio principal. Las personas nacidas de padre o madre españoles son españolas, independientemente de su lugar de nacimiento. Un niño nacido de al menos un padre con nacionalidad española en la ISS tendría derecho a la nacionalidad española (pero no es una sugerencia para los astronautas Pablo Álvarez y Sara García, que son fantásticos y muy formales).
El caso de los aviones y los cruceros. Los nacimientos en aguas internacionales o en aviones que sobrevuelan estas aguas presentan un escenario ligeramente similar. En el caso de cruceros, el registro del nacimiento generalmente se rige por la bandera del barco; es decir, la nacionalidad del barco determina la jurisdicción bajo la cual se registrará el nacimiento (y la mayoría de los países utilizan el principio de jus sanguinis).
Los nacimientos en aviones se manejan de manera similar. Generalmente, se aplican las leyes de la nacionalidad del avión (determinada por el país donde está registrado). El jus sanguinis vuelve a ser el principio dominante, así que el niño normalmente adquirirá la nacionalidad de sus padres, pero algunos países, como Estados Unidos, también permiten la obtención de la nacionalidad en función del lugar donde el avión aterriza, si se cumplen ciertas condiciones.
¿Ha tenido alguien relaciones sexuales en el espacio? Oficialmente, no. Hubo rumores en los 90 en torno a los cosmonautas rusos Valery Polyakov y Yelena Kondakova en la estación espacial MIR, pero Roscosmos siempre lo ha negado. Del lado estadounidense, los norteamericanos Jan Davis y Mark Lee se casaron en secreto nueve meses antes de viajar juntos al espacio, pero cubrían turnos de doce horas incompatibles. El único encuentro sexual reconocido en el espacio tuvo lugar en 1994 por parte de cuatro peces japoneses.
El sexo no está explícitamente prohibido por la NASA, pero es casi impracticable. No existe la privacidad en la ISS (salvo por los baños y los dormitorios en los que difícilmente caben dos personas). La microgravedad y las leyes de Newton complican aún más las cosas: hasta un beso puede impulsar a cada astronauta en la dirección contraria. Otro contratiempo fundamental es que la microgravedad puede dificultar mucho la erección.
Por no hablar de que la mayoría de de las astronautas toman anticonceptivos para dejar de menstruar y, aunque tuvieran relaciones sexuales en el espacio, no se quedarían embarazadas.
Las cosas podrían cambiar con el turismo espacial. El auge del turismo espacial ya está teniendo algunas implicaciones. Hay una empresa que ofrece bodas en el espacio. Es ingenuo pensar que nadie vaya a intentar tener relaciones sexuales en una nave espacial. Pero una parto es una situación totalmente distinta. No se sabe cómo afectará la microgravedad a un embarazo, menos aún a un nacimiento, pero las anomalías del desarrollo son una posibilidad
En conclusión, la posibilidad de un nacimiento humano en la ISS sigue siendo en gran medida teórica por lo controlados que están los astronautas, pero el turismo espacial planea nuevos retos que seguramente requieran de más normas para minimizar los riesgos. A medida que las misiones espaciales comerciales y la colonización del espacio se vuelvan más viables, también hará falta será más investigación para saber qué podría salir mal cuando sin duda suceda.
Imagen | NASA
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