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Uno de los mejores cuadros de Goya es 'Perro semihundido' estuvo a punto de desaparecer. Lo pasaron de la pared al lienzo. Lo quisieron vender en Francia y nadie pujó por él. Así que su dueño lo donó al museo del Prado. Hoy está considerado una obra maestra y todos dudan de su significado. Pero si nos detenemos a contemplar las fotografías que le hizo Jean Laurent en 1874, entenderemos todo.
Una de las mejores escuelas de fotografía es el Museo del Prado de Madrid. Todo aquel al que le interese la imagen debe perderse por sus salas una vez al año por lo menos. Además, tiene la mayor colección de cuadros de Goya, un pintor que está considerado como el primer fotoperiodista por muchos autores.
El cuadro 'Perro semihundido' forma parte de las 'Pinturas negras' que adornaban la famosa Quinta del sordo, la gran finca en la que vivió sus últimos años antes del exilio. Era una más de esas pinturas que plasmó en las paredes de la casa de campo, como ensayo, divertimento o adorno.
Cuando el barón d’Erlanger, dueño de la finca, decidió pasarlas a lienzo para venderlas, se perdió mucha información pictórica, y originó que muchos espectadores y estudiosos se preguntaran qué estaba haciendo el perro. Que si era una alegoría, que si era un reflejo de España, etc…
De la pared al lienzo
Las pinturas negras no han tenido una vida sencilla. Y el hecho de que podamos contemplarlas ahora en el Museo del Prado es poco menos que un milagro. El dueño de la finca, un aristócrata francés que compró la finca a los herederos del pintor, tuvo la idea de arrancar las pinturas de la pared mediante la técnica del strappo (arranque).
Esta técnica era la más rápida y barata que se conocía entonces para llevar las pinturas a un lienzo. El problema es que es muy agresiva y provocaba pérdida de pintura, entre otros males. De hecho, se considera una técnica peligrosa, drástica e irreversible y que solo se debería hacer en casos extremos.
Primero había que limpiar el muro, luego aplicar una laca para asentar el material pictórico. A continuación cubren todo el dibujo con telas mojadas en cola que se van pegando sobre la pared respetando su forma. Y cuando todo se ha secado, llega el momento de despegar el conjunto que arrancará toda la capa pictórica.
Todo este material se extiende sobre la superficie elegida y con agua caliente se eliminan la cola y las telas para presentarlas como un lienzo.
Por este motivo, las pinturas negras perdieron mucha información. Tuvieron que ser restauradas cuando llegaron al Museo del Prado porque nadie las quiso comprar. Eran otros tiempos y pudo perderse su sentido original. En esta serie encontramos el famoso ’Saturno devorando a un hijo' o ’Duelo a garrotazos'. Y por supuesto, el 'Perro semihundido' cambió totalmente de significado. Nadie sabía qué estaba haciendo el pobre animal.
Las fotografías de Jean Laurent
No se sabe quién, pero encargaron a uno de los mejores fotógrafos de la época, Jean Laurent, fotografiar las pinturas en su ubicación original. Puede que fuera por su relación con el Museo del Prado, puesto que era el encargado de documentar los cuadros de la pinacoteca, o por ser de los primeros que trabajaba con luz eléctrica, es decir, con flash.
La figura de Jean Laurent es fundamental dentro de la historia de la fotografía española. Documentó las obras de ingeniería más importantes de la época y se encargó de fotografiar gran parte del patrimonio artístico de España. De hecho, por fin acaban de reconocer su figura poniéndole su nombre al colegio que ocupa su palacete, una historia que contamos en Xataka Foto.
Una de las cosas más interesantes en el proceso técnico que siguió para conseguir las fotografías. Las salas eran oscuras y la sensibilidad de las placas de colodión muy escasa. Y para poder fotografiarlas no quedaba más remedio que iluminarlas. Y la luz eléctrica es algo que estaba dando sus primeros coletazos entonces.
Cabe destacar que Jean Laurent es de los primeros que empezó a utilizarla, y sobre todo, del único que se conservan las fotografías y los testimonios en los periódicos de la época. Como curiosidad, el 12 de junio de 1869 organizó un espectáculo eléctrico en el parque de El Retiro de Madrid:
La magnífica iluminación por medio de la luz eléctrica que el pueblo de Madrid tuvo ocasión de admirar el pasado domingo en el Retiro, fué encargada al conocido fotógrafo señor Laurent por el comisario señor Albareda.
Las cuatro grandes luces que tanto llamaron la atención durante la noche citada, estaban alimentadas
por más de 200 elementos Bunsen, comprendiéndose solo así la gran intensidad de aquellos, que permite leer un periódico a dos kilómetros de distancia.
El proceso de la toma con luz eléctrica
Esas luces ingobernables y peligrosas, alimentadas por pilas, eran las antepasadas que empleó para fotografiar, en agosto de 1874, las pinturas negras. Trabajaba con placas de cristal impregnadas en colodión húmedo, muy poco sensibles a la luz, en habitaciones oscuras.
Así que trasladó todo su material eléctrico, que consistía en lámparas de arco voltaico y pilas tipo Bunsen, para iluminar con luz continua las famosas pinturas. El proceso no era sencillo.
En primer lugar, había que sensibilizar las placas de cristal con el colodión húmedo, un sulfato de hierro con la textura del barniz. Antes de que se secara había que exponerlo en la cámara, que debía estar preparada.
Antes de la sensibilización, Jean Laurent y su equipo prepararían las pilas tipo Bunsen. Eran pilas no recargables con una disolución diluida de ácido sulfúrico que solo daba 1,9 v. Estas pilas alimentaban una lámpara de arco voltaico. Este tipo de lámparas generan un arco eléctrico (que es lo que da luz) entre dos electrodos que eran de carbón, por lo tanto, se terminaban quemando muy pronto.
Así que una vez sensibilizada la placa de cristal e introducida en la cámara, rápidamente había que encender la lámpara y con un regulador mantener constante la intensidad de la luz, sacar la placa y revelarla inmmediatamente… Y tuvo que hacer todo esto 14 veces, cada una por los cuadros de la Quinta.
Lo que nos descubrieron las fotografías de Jean Laurent
Ahora nos quedan esas fotografías históricas en muchos sentidos. Y en la que hizo del 'Perro semihundido' descubrimos, en lo alto, siguiendo la dirección de la mirada aparentemente perdida del perro, algo muy parecido a dos pájaros revoloteando.
Gracias a la fotografía, un misterio que nos hacía ver el cuadro como algo negativo, como una premonición del genial pintor sobre el devenir del futuro, era simplemente un canto a la curiosidad, al amor por los animales, a la pura naturaleza.
Que decidieran tirar la casa de la Quinta del Sordo fue imperdonable, que arrancaran las pinturas de sus muros sin cuidado fue una salvajada, pero la fotografía estaba ya allí para contarnos cómo eran las cosas. El perro de Goya era, simple y llanamente, un perro feliz.
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