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Al final, las cosas ocurren algo así: parecen una sorpresa, pero llevan años de trabajo. En este caso, han sido dos. Dos largos años trabajando con un fermento natural aislado del proceso de elaboración de aceituna de mesa para producir una nueva gama de bebidas con la que, más allá de su éxito o fracaso, los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas quieren darle la vuelta al mundo de los probióticos.
‘BeWellDrinks’. Así la van a llamar a nivel comercial y se dirá que tiene un valor biológico alto; antioxidantes, fibra, vitaminas o minerales. También dirán, imagino, que estas bebidas a base de agua, ruta y vegetales no han sufrido ningún tipo de proceso de fermentación, no contienen lactosa y ni nada de origen animal. Suena bien, pero todas esas cosas no son (ni de lejos) lo más interesante.
Ni siquiera su potencial probiótico. Pese a que sea refrescante que haya estudios (‘in vitro’ e ‘in vivo’) para validarlo. Hay incluso un ensayo clínico (en fase 1) llevado a cabo por el IMIBIC cordobés.
Vale, vale… ¿Qué es lo más interesante? Lo que me parece más interesante de todo esto es el proceso que se ha llevado en torno al Lactiplantibacillus pentosus (LPG1): un fermento aislado de los procesos tradicionales de fabricación de la aceituna de mesa y que, tras darle muchas vueltas, han resuelto un problema que parece nimio, pero no lo es.
Hablemos de la microbiota. La microbiota (o flora) es el conjunto de bacterias que viven de forma habitual en nuestros intestinos. Estas bacterias tienen una relación de simbiosis con los seres humanos. Ambos nos necesitamos: ellas viven en nosotros y se alimentan de lo que comemos, sí; pero en el proceso nos ayudan a descomponer los alimentos que ingerimos y, así, podemos absorber los nutrientes más fácilmente y desechar lo innecesario sin más recursos propios.
Se calcula que, en nuestro interior, viven unas 2.000 especies de bacterias diferentes y, aunque unas 100 pueden llegar a suponer un riesgo para nuestra salud, mientras la microbiota esté equilibrada todo está en orden.
Más que en orden, de hecho. Hace ya años que sabemos que "el consumo de probióticos reduce la incidencia, la duración y la gravedad de ciertos tipos de infecciones respiratorias y gastrointestinales agudas comunes" en niños. En adultos, aunque aún hay mucha pseudociencia sobre el tema, también hay evidencia de que tiene un papel esencial en nuestra salud.
Pero ¿qué pasa si se nos desequilibra? Normalmente, tener una dieta equilibrada es suficiente para que la flora intestinal vaya perfectamente. Sin embargo, cosas tan fortuitas como tomar un antibiótico, pueden torcerlo todo.
En esos casos, los especialistas suelen recomendar tomar probióticos naturales, alimentos fermentados. Es decir, cosas como el yogur o el kefir: productos son ricos en lactobacilos que vienen muy bien para nutrir nuestra microbiota. El problema es que no todo el mundo puede tomar productos lácticos.
No hay que olvidar que, a día de hoy, solo un 35% de la humanidad puede consumir lactosa sin problemas. Y, de hecho, ahora mismo, las personas que no pueden tomar productos lácteos no tienen buenas opciones para reforzar su sistema microbiótico de forma tan fácil y sencilla. Las nuevas bebidas de Oleica, La Salmoreteca y el CSIC suponen una novedad: no hay leche de por medio.
Y, en este sentido, se trata de un ejemplo precioso sobre cómo una investigación tan básica como analizar el proceso de fabricación de las aceitunas de mesa puede acabar generando una solución para un problema médico y una nueva línea de negocio.
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Segun xataka.com